Traductor

lunes, 30 de julio de 2012

EN TUS SUEÑOS

Rozas con tus dedos la calma que agita mi piel,
la cordura de la ansiedad que poco a poco despiertas en mi ser,
revuelves mi cabello con la humedad de tus labios,
que me buscan en la soledad de mi cama,
bajo mis sabanas, abre la inmensidad de mi amor, donde tu virilidad busca la mujer... la amante ...
la dulzura del sexo, el placer del amor....
atraviesa la barrera de lo prohibido ... lo vetado .... lo ajeno.
Sin buscar mucho mas allá .... puedes sentirme tan cerca,
que casi da miedo el poder del deseo .....
cierra tus ojos, respira hondo, puedes sentirlo?
pues hay estoy yo, en tu mente, en tus sueños .... en tu imaginación.

sábado, 7 de julio de 2012

DESPUÉS DEL AMOR


Tendida tú aquí, en la penumbra de mi cuarto,
como el silencio que queda después del amor,
yo asciendo levemente desde el fondo de mi reposo
hasta tus bordes, tenues, apagados, que dulces existen.
Y con mi mano repaso las lindes delicadas de tu vivir retraído.
Y siento la musical, callada verdad de tu cuerpo,
que hace un instante, en desorden, como lumbre cantada.
el reposo consciente a la masa que perdió por el amor su forma continua,
para despegar hacia arriba con la voraz irregularidad de la llama,
convertirse otra vez en el cuerpo veraz que en sus límites se rehace.

Tocando esos bordes, sedosos, indemnes, tibios, delicadamente desnudos,
se sabe que la amada persiste en su vida.
Momentánea destrucción el amor, combustión que amenaza 
al puro ser que amamos, al que nuestro fuego vulnera,
sólo cuando desprendidos de sus lumbres deshechas la miramos,
reconocemos perfecta, cuajada, reciente la vida,
la silenciosa y cálida vida que desde su dulce exterioridad nos llamaba.
 
He aquí el perfecto vaso del amor que, colmado,
opulento de sangre serena, dorado reluce.
He aquí los senos, el vientre, su redondo muslo, su acabado pie,
y arriba los hombros, el cuello de suave pluma reciente,
la mejilla no quemada, no ardida, cándida en su rosa nacido,
Y la frente donde habita el pensamiento diario de nuestro amor, que allí lúcio vela.
En medio, sellando el rostro nítido que la tarde amarilla caldea sin celo,
está  la boca fina, rasgada, pura en las luces.
Oh temerosa llave del recinto del fuego.
Rozo tu delicada piel con estos dedos que temen y saben,
mienntras pongo mi boca tu cabellera apagada  

Anonimo